BIBLIOTECA IES EL TANQUE

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viernes, 11 de enero de 2013

FRAGMENTO DE MOMO

Una noche hermosa y cálida, los dos estaban sentados callados en los escalones de piedra. En el cielo brillaban ya las primeras estrellas y la luna se perfilaba, grande y plateada, sobre las siluetas negras de los pinos.
—¿Me cuentas un cuento? —pidió Momo.
—Está bien —dijo Gigi—. ¿De quién?
—De Momo y Girolamo, si puede ser —contestó Momo.
Gigi reflexionó un momento y preguntó:
—¿Y cómo ha de llamarse?
—Quizá... ¿el cuento del espejo mágico?
Gigi asintió, pensativo:
—Eso suena bien. Veamos qué pasa.
Puso un brazo alrededor de los hombros de Momo y comenzó:
«Érase una vez una hermosa princesa llamada Momo, que vestía de seda y terciopelo y vivía muy por encima del mundo, sobre la cima de una montaña, cubierta de nieve, en un castillo de cristal.
»Tenía todo lo que se puede desear, no comía más que los manjares más finos y no bebía más que el vino más dulce. Dormía sobre almohadas de seda y se sentaba en sillas de marfil. Lo tenía todo, pero estaba completamente sola.
»Todo lo que la rodeaba, la servidumbre, las camareras, gatos, perros y pájaros e incluso las flores, todo, no eran más que reflejos de un espejo.
»Porque resulta que la princesa Momo tenía un espejo mágico grande, redondo y de la más pura plata. Lo enviaba cada día y cada noche por todo el mundo. Y el gran espejo flotaba sobre países y mares, sobre ciudades y campos. La gente que lo veía no se sorprendía, sino que decía: "Es la luna"
»Y cada vez que el espejo volvía, ponía delante de la princesa todos los reflejos que había recogido durante su viaje. Los había bonitos y feos, interesantes y aburridos, según como salía. La princesa escogía los que le gustaban, mientras que los otros los tiraba simplemente a un arroyo. Y los reflejos liberados volvían a sus dueños, a través del agua, mucho más de prisa de lo que te imaginas. A eso se debe que veas tu propia imagen reflejada cuando te inclinas sobre un pozo o un charco de agua.
»A todo esto he olvidado decir que la princesa Momo era inmortal. Porque nunca se había mirado a sí misma en el espejo mágico. Porque quien veía en él su propia imagen, se volvía, por ello, mortal. Eso lo sabía muy bien la princesa Momo, y por lo tanto no lo hacía. De ese modo vivía con todas sus imágenes, jugaba con ellas y estaba bastante contenta.
»Pero un día, el espejo mágico le trajo una imagen que le interesó más que todas las otras. Era la imagen de un joven príncipe. Cuando lo hubo visto le entró tal nostalgia, que quería llegar hasta él como fuera. Pero, ¿cómo? No sabía dónde vivía, ni quién era, no sabía ni siquiera cómo se llamaba.
»Como no encontraba otra solución, decidió mirarse por fin en el espejo. Porque pensaba: a lo mejor el espejo llevará mi imagen hasta el príncipe. Puede que mire casualmente hacia el cielo, cuando pase el espejo, y verá mi imagen. Acaso siga el camino del espejo y me encuentre aquí.
»Así que se miró largamente en el espejo y lo envió por el mundo con su reflejo. Pero así, claro está, se había vuelto mortal.
»En seguida oirás cómo sigue esta historia, pero primero he de hablarte del príncipe.
»Este príncipe se llamaba Girolamo y vivía en un reino fabuloso. Todos los que vivían en él amaban y admiraban al príncipe. Un buen día, los ministros dijeron al príncipe: "Majestad, debéis casaros, porque así es como debe ser."
»El príncipe Girolamo no tenía nada que oponer, de modo que llegaron al palacio las más bellas señoritas del país, para que pudiera elegir a una. Todas se habían puesto lo más guapas posible, porque todas querían casarse con él.
»Pero entre las muchachas también se había colado en el palacio un hada mala, que no tenía en las venas sangre roja y cálida, sino sangre verde y fría. Claro que eso no se le notaba, porque se había maquillado con mucho cuidado.
»Cuando el príncipe entró en el gran salón dorado del trono, para hacer su elección, ella pronunció rápidamente un conjuro, de modo que Girolarno no vio a nadie más que a ella. Y además le pareció tan hermosa, que al momento le preguntó si quería ser su esposa.
»—Con mucho gusto —dijo el hada mala—, pero pongo una condición.
»—La cumpliré —respondió Girolamo, irreflexivo.
»—Está bien —contestó el hada mala, y sonrió con tanta dulzura, que el desgraciado príncipe casi se marea—, durante un año no podrás mirar el flotante espejo de plata. Si lo haces, olvidarás al instante todo lo que es tuyo. Olvidarás lo que eres en realidad y tendrás que ir al país de Hoy, donde nadie te conoce, y allí vivirás como un pobre diablo. ¿Estás de acuerdo?
»—Si no es más que eso —exclamó el príncipe Girolamo—, la condición es fácil.
»¿Qué ha ocurrido mientras tanto con la princesa Momo?
»Había esperado y esperado, pero el príncipe no había venido. Entonces decidió salir a buscarle ella misma. Devolvió la libertad a todas las imágenes que tenía a su alrededor. Entonces bajó, totalmente sola y en sus suaves zapatillas, desde su palacio de cristal, a través de las montañas nevadas, hacia el mundo. Recorrió todos los países, hasta que llegó al país de Hoy. A estas alturas sus zapatillas estaban gastadas y tenía que ir descalza. Pero el espejo mágico con su imagen seguía flotando por el cielo.
»Una noche, el príncipe Girolamo estaba sentado en el tejado de su palacio dorado y jugaba a las damas con el hada de la sangre verde y fría. De repente cayó una gota diminuta sobre la mano del príncipe.
»—Empieza a llover —dijo el hada de la sangre verde.
»—No —contestó el príncipe—, no puede ser porque no hay ni una sola nube en el cielo.
»Y miró hacia lo alto, directamente al gran espejo mágico, plateado, que flotaba allí arriba. Entonces vio la imagen de la princesa Momo y observó que lloraba y que una de sus lágrimas le había caído sobre la mano. En el mismo momento se dio cuenta de que el hada le había engañado, que no era hermosa y que en sus venas sólo tenía sangre verde y fría. Era a la princesa Momo a la que amaba en verdad.
»—Acabas de romper tu promesa —dijo el hada verde, y su cara se crispó hasta parecer la de una serpiente— y ahora has de pagarlo.
»Introdujo sus largos dedos verdes en el pecho de Girolamo, que se quedó sentado como paralizado, y le hizo un nudo en el corazón. En ese mismo instante olvidó que era el príncipe Girolamo. Salió de su palacio y de su reino como un ladrón furtivo. Caminó por todo el mundo, hasta que llegó al país de Hoy, donde vivió en adelante como un pobre inútil desconocido y se llamaba simplemente Gigi. Lo único que había llevado consigo era la imagen del espejo mágico que desde entonces quedó vacío.
»Mientras tanto, los vestidos de seda y terciopelo de la princesa Momo se habían gastado. Ahora llevaba un chaquetón de hombre, viejo, demasiado grande, y una falda de remiendos de todos los colores. Y vivía en unas ruinas.
»Aquí se encuentran un buen día. Pero la princesa Momo no reconoce al príncipe Girolamo, porque ahora es un pobre diablo. Tampoco Gigi reconoció a la princesa, porque ya no tenía ningún aspecto de princesa. Pero en la desgracia común, los dos se hicieron amigos y se consolaban mutuamente.
»Una noche, cuando volvía a flotar en el cielo el espejo mágico, que ahora estaba vacío, Gigi sacó del bolsillo la imagen y se la enseñó a Momo. Estaba ya muy arrugada y desvaída, pero aún así, la princesa se dio cuenta en seguida que se trataba de su propia imagen. Y entonces también reconoció, bajo la máscara de pobre diablo, al príncipe Girolamo, al que siempre había buscado y por quien se había vuelto mortal. Y se lo contó todo.
»Pero Gigi movió triste la cabeza y dijo:
»—No puedo entender nada de lo que dices, porque tengo un nudo en el corazón y no puedo acordarme de nada.
»Entonces, la princesa Momo metió la mano en su pecho y desató, con toda facilidad, el nudo que tenía en el corazón. Y, de repente, el príncipe Girolamo volvió a saber quién era. Tomó a la princesa de la mano y se fue con ella muy lejos, a su país.»
Una vez que Gigi hubo concluido, ambos callaron un ratito; después Momo preguntó:
—¿Y después han sido marido y mujer?
—Creo que sí —dijo Gigi—, más tarde.
—¿Y han muerto mientras tanto?
—No —dijo Gigi con decisión—. Eso lo sé exactamente. El espejo mágico sólo hacía a alguien mortal, cuando
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se miraba en él a solas. Pero si se miran dos, vuelven a ser inmortales. Y eso hicieron estos dos.
La luna se veía grande y plateada sobre los pinos negros y hacía brillar misteriosamente las viejas piedras de las ruinas. Momo y Gigi estaban sentados en silencio el uno al lado del otro y se miraron largamente en ella: sintieron con toda claridad que, durante ese instante, ambos eran inmortales.

jueves, 29 de noviembre de 2012

CUENTO DE LA SEMANA

LA OSTRA Y EL PEZ
"Erase una vez una ostra y un pez. La ostra habitaba las aguas tranquilas de un fondo marino y era tal su belleza, colorido y la armonía del movimiento de sus valvas que llamaba la atención de cuantos animales por allí pasaban. Un día acertó a pasar por el lugar un pez que quedó prendado al instante. Se sintió sumamente atraído por la ostra y deseó conocerla al instante. Sintió un fuerte impulso de entrar en los más recónditos lugares de aquel animal misterios; y así partió bruscamente veloz hacia el corazón de la ostra, pero esta cerró, también bruscamente, sus valvas. El pez, por más y más intentos que hacía para abrirlas con sus aletas y con su boca, aquellas más y más fuertemente se cerraban.
Pensó entonces en alejarse, esperar a cuando la ostra estuviera abierta y, en un descuido de ésta, entrar veloz sin darle tiempo a que cerrara sus valvas. Así lo hizo, pero de nuevo la ostra se cerró con brusquedad. La ostra era un animal extremadamente sensible y percibía cuantos mínimos cambios ocurrían en el agua y así cuando el pez iniciaba el movimiento de acercarse, ésta se percataba de ello y al instante cerraba sus valvas.
El pez, triste, se preguntaba ¿por qué la ostra le temía?, ¿cómo decirle que lo único que deseaba era contemplar aquella belleza y compartir las sensaciones que le causaban? El pez se quedó pensativo y estuvo durante mucho rato preguntándose qué podría hacer. De pronto, se le ocurrió una gran idea: "Pediré ayuda", se dijo. Sabía que existían por aquellas profundidades otros peces muy conocidos por su habilidad para abrir ostras y hacia ellos pensó dirigirse. Pero sabía que eran peces muy ocupados y no deseaba importunarlos. Deseaba que le escucharan y que le prestaran su ayuda.
Comenzó a dudar si aquella idea era tan buena. Pensó: "Seguro que estarán tan ocupados que no podrán ayudarme. ¿Qué puedo hace?" Tras pensar algún rato llegó ala conclusión que lo mejor era informarse por otros peces que les conocían cuál era el mejor momento para abordarlos y cómo tendría que presentarse. Después de informarse muy bien, eligió el momento más oportuno y se dirigió hacia ellos.
-¡Hola! -dijo el pez -¡Necesito vuestra ayuda! Siento grandes deseos de conocer una ostra gigante pero no puedo hacerlo porque cuando me acerco cierra sus valvas. Sé que vosotros sois muy hábiles en abrir ostras y por eso vengo a pediros ayuda. El pez continuó explicándoles las dificultades que tenía y los intentos por resolverlas. Llegó a decirles la sensación de impotencia que le entraba y los deseos de abandonar tras tantos intentos fallidos.
Los peces le escucharon con suma atención. Le hicieron notar que entendían su desánimo pues ellos se habían encontrado en circunstancias similares. Le felicitaron por el interés que mostraba en aprender y por la inteligencia que demostraba tener al pedir ayuda y querer aprender de otros.
El pez se sintió mucho más tranquilo y esperanzado, les contó los temores que tenía al pedirles ayuda y fue "abriéndose" cada vez más a toda la información que aquellos avezados peces le contaban.
Escuchó con atención cómo ellos también habían aprendido de otros peces y cómo, incluso, hacían cursos de entrenamiento en abrir ostras. Escuchó cómo a pesar de sus habilidades había ostras que les resultaban difíciles de abrir, pero ello, más que ser un motivo de desánimo, les estimulaba a seguir investigando y reunirse para intercambiar conocimiento y mejorar sus prácticas en abrir ostras.
Los peces continuaron en animada conversación.
-Mira, algo muy importante que has de lograr es suscitar en la ostra el deseo y las ganas de comunicarse contigo.
-Y; ¿cómo podré lograrlo?
-De la misma manera que tú has logrado comunicarte con nosotros y "abrir nuestras valvas " de pez.
Cómo?
-Tú deseabas que nosotros te escucháramos y te prestáramos ayuda. Nos has dicho que dudabas de si podrías lograrlo, ¿no es verdad?
- Si, así es.
-Podías haberte quedado con la duda pero en lugar de eso diseñaste un plan de acción. Buscaste información acerca de nosotros, te informaste de cuál era el mejor momento de abordarnos y qué decirnos. Tú sabías que nosotros éramos muy sensibles a la expresión honesta y sincera de "necesito vuestra ayuda". También sabías que nos agrada, el reconocimiento de nuestra competencia y veteranía en abrir ostras. Te confesamos que todo ello nos agradó mucho. También nos gustó tú mirada franca y serena y tus firmes y honestas palabras.
-Sí, en efecto eso es lo que hice. Ahora que lo decís, mis "valvas de pez" se sintieron también abiertas al notar que me escuchabais con atención. Me agradó mucho el que os hicierais cargo de mi impotencia y ¿por qué no decirlo?, me agradó también que me felicitarais por pediros ayuda. ..
-Claro, todo esto suele ser recíproco -contestaron los peces.
-Muy bien, pero ¿cómo podré hacerlo con la ostra? No conozco su lenguaje, sus costumbres, sus miedos, no conozco tampoco qué es lo que le agrada...
--Bien, también has diseñado un plan de acción para "abrir la ostra", El primer paso ha sido el de visitarnos para que te informemos de sus costumbres, de sus miedos, de todo aquello que le agrada… Te podemos decir todo aquello que suele suscitar temor en las ostras
. Les asusta el movimiento brusco de las aguas; de hecho habrás observado que cuando hay tempestades y se produce mucho oleaje las ostras están fuertemente cerradas. Es por eso que si te acercas a ellas cuando hay muchas turbulencias tendrás grandes dificultades para lograr que se abran. Les asusta que algún animal se acerque de modo imprevisto. Les agradan, en cambio, los movimientos suaves, los besos y las caricias y que no se entre en sus interioridades sin antes conocerse durante algún tiempo. También les agrada mucho que se les hable en su lenguaje. Habrás observado que lanzan a través de sus valvas pequeñas pompas de aire. Si las observas con suma atención podrás aprender los códigos que utilizan. De este modo, los peces continuaron asesorándolo. Le invitaron a pasar largos ratos observando el comportamiento de la ostra. Le invitaron también a asistir a alguno de los cursillos que organizaban y le regalaron "El Manual del abridor de ostras".
Tras varias semanas de observación, aprendizaje y entrenamiento, el pez pudo por fin disfrutar con aquella bellísima ostra. Pudo, ¡al fin!, lograr entrar en las interioridades de la ostra y compartir las sensaciones que le causaba.
Pudo también abrir otras ostras, incluso ostras extremadamente sensibles y que se cerraban con suma facilidad.

ANUNCIO

       El CLUB DE LECTURA celebra, tras la lectura de Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, una noche de biblioteca. El viernes 14 de diciembre, trasnocharemos entre libros, para vivir el sueño de una noche de cine y literatura.

VIVA SAN ANDRÉS

        En la Fiesta de San Andrés, la noche del 29 al 30 de noviembre, "se tapan" los vinos en Canarias. Hecho que marca la culminación de la fermentación de los caldos. A partir de aquí, los cascos de vino con tapas de corcho o trozos de tabaiba envuelta en tela de saco marcan la época de su consumo. Acompañando este hecho, aparecen en las calles de los pueblos del Valle de La Orotava decenas de chiquillos tirando de "los cacharros", latas de conservas enhebradas con un alambre o "verga" haciendo ruido por el rozamiento de estos con los adoquines o el asfalto. Esta manifestación tiene algunas variantes, según los pueblos, en función del material utilizado para producir el ruido. Tal es el caso de San Juan de La Rambla, La Guancha, El Tanque o Icod de Los Vinos, donde "los cacharros" son sustituidos por el denominado "carro de San Andrés" o "las tablas" -madera untada con grasa o cera para permitir su deslizamiento- de diferentes tamaños en función del número de personas que montadas sobre ellas se "tiran" por las pendientes calles de adoquín. Cuentan que surge la tradición del ancestral trabajo de transportar la madera desde el aserradero que se encontraba en el barrio de San Antonio, situado en la zona alta de Icod, hasta el casco de la ciudad y al puerto de San Marcos, con la finalidad de abastecer la construcción de edificios, la fabricación de barricas y de barcos. Podemos decir que estamos ante una fiesta de carácter comunitario donde las familias y amigos -y los chiquillos y las chiquillas- se reúnen en torno a un brasero donde se tuestan las castañas o se guisan con agua, sal y matalauva que se acompañan con un buen mojo, un pedazo de pescado salado o sardina y batatas del país.

jueves, 31 de mayo de 2012

NUEVA EXPOSICIÓN EN LA BIBLIOTECA: VIAJA A LA LUNA.


SI ATRAVIESAS NUESTRO COHETE BIBLIOLUNAR ENCONTRARÁS MUCHAS LECTURAS POSIBLES, DE MISTERIO, CIENCIA, AMOR,... RELACIONADAS CON LA LUNA. TAMBIÉN, LAS MATEMÁTICAS, LA LITERATURA, LA MÚSICA Y LA FÍSICA DE LA LUNA.
POR SI ADEMÁS QUIERES EMPRENDER TU PROPIO VIAJE, TE ENSEÑAMOS CÓMO FABRICAR TU COHETE:

¡Construye un cohete accionado por burbujas!

Dibujos animados de cohetes de papel con burbujas animadas que sale de los motores. ¡Construye tu propio cohete con papel y tabletas efervescentes! Observa cómo despega. ¿Qué tan alto puede llegar? Imprime esta página con las instrucciones.
Sugerencia:
Pídele a un adulto que te ayude con esta actividad.

Materiales:

  • Papel normal de 216 por 279 mm (80gr.), como el papel para impresoras o incluso una hoja de cuaderno.
  • Un recipiente plástico para rollos de película de 35 mm (consulta los siguientes consejos)
  • Cinta adhesiva transparente
  • Tijeras
  • Una tableta antiácida efervescente (de las que se toman para el malestar estomacal)
  • Toallas de papel
  • Agua
  • Protección para los ojos (como lentes, gafas oscuras o gafas de seguridad)
Tipo correcto de recipiente para rollos de película.
La tapa DEBE calzar en el INTERIOR del recipiente y no sobre la parte exterior del borde. A veces a las tiendas de fotografía les sobran recipientes y estarían felices de donarlos para una causa tan noble.
Recuerda:
Al igual que los cohetes verdaderos, tu cohete volará más alto mientras más liviano sea y menos resistencia tenga al aire (fricción)

Construcción del cohete

Primero debes decidir cómo recortar el papel. Puedes recortarlo a lo ancho o a lo largo para hacer el cuerpo del cohete. No hay una sola forma correcta de hacer un cohete de papel. Prueba con un cohete largo y delgado, o uno corto y gordo. Prueba con una nariz en punta o plana. Prueba con alerones o sin alerones. ¡Experimenta!
Ésta es sólo una idea de cómo podrías hacer todo el cohete con una sola hoja de papel:
Una forma de recortar las piezas del cohete
Los pasos básicos son: 

  1. Corta todas las piezas del cohete.
  2. Enrolla y pega con cinta un tubo de papel alrededor del recipiente para rollos de película. Consejo: Pega el final del papel al recipiente antes de comenzar a enrollar.¡Importante! Coloca el extremo con tapa del recipiente hacia abajo.
  3. Si deseas, puedes pegarle alerones al cuerpo del cohete.
  4. Enrolla el círculo (al cual se le ha cortado una cuña) para formar un cono y pégalo con cinta en la parte superior del cohete.

Despegue

  1. Colócate la protección para los ojos.
  2. Voltea el cohete y quita la tapa del recipiente.
  3. Llena un tercio del recipiente con agua.
¡Los siguientes pasos debes hacerlos rápidamente!

  1. Coloca media tableta antiácida efervescente en el recipiente.
  2. Coloca firmemente la tapa del recipiente.
  3. Coloca el cohete en una plataforma de despegue, como la acera o la entrada de vehículos de tu casa.
  4. Retrocede y espera. ¡El cohete despegará!
  5. Cohete gaseoso terminado
El Dr. Marc explica

Dr. Marc, ¿cómo funciona el cohete gaseoso?

Cuando la tableta efervescente se coloca en el agua, se liberan muchas burbujas pequeñas de gas. Las burbujas suben en vez de bajar porque son más livianas que el agua. Las burbujas revientan al llegar a la superficie. El gas que sale de las burbujas ejerce presión sobre las paredes del recipiente.
Cuando se infla un globo, el aire hace que éste se estire y se agrande. ¡Pero el pequeño recipiente no se estira y el gas tiene que ir a alguna parte!
¡Tarde o temprano, algo tiene que ceder! La tapa del recipiente (que realmente es la base, ya que está boca abajo) sale disparada. Toda el agua y el gas salen con fuerza, empujando el recipiente y el cohete adherido hacia arriba.
Este hecho maravilloso y práctico se conoce como la ley de acción y reacción. La acción es el gas que sale expulsado del cohete. La reacción es el cohete que despega en la dirección contraria. En otras palabras, para cada acción hay una reacción equivalente y opuesta. El cohete se mueve en la dirección opuesta del gas, y mientras más rápido sea expulsado el gas, más rápido se impulsará el cohete en la dirección contraria.