BIBLIOTECA IES EL TANQUE

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jueves, 31 de mayo de 2012

NUEVA EXPOSICIÓN EN LA BIBLIOTECA: VIAJA A LA LUNA.


SI ATRAVIESAS NUESTRO COHETE BIBLIOLUNAR ENCONTRARÁS MUCHAS LECTURAS POSIBLES, DE MISTERIO, CIENCIA, AMOR,... RELACIONADAS CON LA LUNA. TAMBIÉN, LAS MATEMÁTICAS, LA LITERATURA, LA MÚSICA Y LA FÍSICA DE LA LUNA.
POR SI ADEMÁS QUIERES EMPRENDER TU PROPIO VIAJE, TE ENSEÑAMOS CÓMO FABRICAR TU COHETE:

¡Construye un cohete accionado por burbujas!

Dibujos animados de cohetes de papel con burbujas animadas que sale de los motores. ¡Construye tu propio cohete con papel y tabletas efervescentes! Observa cómo despega. ¿Qué tan alto puede llegar? Imprime esta página con las instrucciones.
Sugerencia:
Pídele a un adulto que te ayude con esta actividad.

Materiales:

  • Papel normal de 216 por 279 mm (80gr.), como el papel para impresoras o incluso una hoja de cuaderno.
  • Un recipiente plástico para rollos de película de 35 mm (consulta los siguientes consejos)
  • Cinta adhesiva transparente
  • Tijeras
  • Una tableta antiácida efervescente (de las que se toman para el malestar estomacal)
  • Toallas de papel
  • Agua
  • Protección para los ojos (como lentes, gafas oscuras o gafas de seguridad)
Tipo correcto de recipiente para rollos de película.
La tapa DEBE calzar en el INTERIOR del recipiente y no sobre la parte exterior del borde. A veces a las tiendas de fotografía les sobran recipientes y estarían felices de donarlos para una causa tan noble.
Recuerda:
Al igual que los cohetes verdaderos, tu cohete volará más alto mientras más liviano sea y menos resistencia tenga al aire (fricción)

Construcción del cohete

Primero debes decidir cómo recortar el papel. Puedes recortarlo a lo ancho o a lo largo para hacer el cuerpo del cohete. No hay una sola forma correcta de hacer un cohete de papel. Prueba con un cohete largo y delgado, o uno corto y gordo. Prueba con una nariz en punta o plana. Prueba con alerones o sin alerones. ¡Experimenta!
Ésta es sólo una idea de cómo podrías hacer todo el cohete con una sola hoja de papel:
Una forma de recortar las piezas del cohete
Los pasos básicos son: 

  1. Corta todas las piezas del cohete.
  2. Enrolla y pega con cinta un tubo de papel alrededor del recipiente para rollos de película. Consejo: Pega el final del papel al recipiente antes de comenzar a enrollar.¡Importante! Coloca el extremo con tapa del recipiente hacia abajo.
  3. Si deseas, puedes pegarle alerones al cuerpo del cohete.
  4. Enrolla el círculo (al cual se le ha cortado una cuña) para formar un cono y pégalo con cinta en la parte superior del cohete.

Despegue

  1. Colócate la protección para los ojos.
  2. Voltea el cohete y quita la tapa del recipiente.
  3. Llena un tercio del recipiente con agua.
¡Los siguientes pasos debes hacerlos rápidamente!

  1. Coloca media tableta antiácida efervescente en el recipiente.
  2. Coloca firmemente la tapa del recipiente.
  3. Coloca el cohete en una plataforma de despegue, como la acera o la entrada de vehículos de tu casa.
  4. Retrocede y espera. ¡El cohete despegará!
  5. Cohete gaseoso terminado
El Dr. Marc explica

Dr. Marc, ¿cómo funciona el cohete gaseoso?

Cuando la tableta efervescente se coloca en el agua, se liberan muchas burbujas pequeñas de gas. Las burbujas suben en vez de bajar porque son más livianas que el agua. Las burbujas revientan al llegar a la superficie. El gas que sale de las burbujas ejerce presión sobre las paredes del recipiente.
Cuando se infla un globo, el aire hace que éste se estire y se agrande. ¡Pero el pequeño recipiente no se estira y el gas tiene que ir a alguna parte!
¡Tarde o temprano, algo tiene que ceder! La tapa del recipiente (que realmente es la base, ya que está boca abajo) sale disparada. Toda el agua y el gas salen con fuerza, empujando el recipiente y el cohete adherido hacia arriba.
Este hecho maravilloso y práctico se conoce como la ley de acción y reacción. La acción es el gas que sale expulsado del cohete. La reacción es el cohete que despega en la dirección contraria. En otras palabras, para cada acción hay una reacción equivalente y opuesta. El cohete se mueve en la dirección opuesta del gas, y mientras más rápido sea expulsado el gas, más rápido se impulsará el cohete en la dirección contraria.

domingo, 20 de mayo de 2012

NOTICIÓN

¡CLUB DE LECTURA! CON ACTIVIDADES SORPRESA Y LIBROS SORPRENDENTES.... TODO UN MUNDO DE MAGIA Y FANTASÍA. ¡INFÓRMATE Y PARTICIPA!

martes, 15 de mayo de 2012

El círculo 99

Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey cantando y tarareando alegres canciones. Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día el rey lo mandó a llamar.
Paje -le dijo- ¿cuál es el secreto?
¿Qué secreto, Majestad?
¿Cuál es el secreto de tu alegría?
No hay ningún secreto, Alteza.
No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
¿Por qué está siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué?
Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?
Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey-.. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando...
Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.. El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y ,alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
¿Por qué él es feliz?
Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
¿Fuera del círculo?
Así es.
¿Y eso es lo que lo hace feliz?
No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz
Así es.
¿Y cómo salió?
¡Nunca entró!
¿Qué círculo es ese?
El círculo del 99.
Verdaderamente, no te entiendo nada -dijo el Rey-.
La única manera para que entiendas, sería mostrártelo en los hechos.
¿Cómo?
Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
Eso, ¡obliguémoslo a entrar!
No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
Entonces habrá que engañarlo.
No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solo en el círculo.
¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
Si, se dará cuenta.
Entonces no entrará.
No lo podrá evitar.
¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
Sí Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. 99!
¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso?
Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía: "Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste".
Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse. Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde detrás de unas matas lo que sucedía. El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados de la puerta y entró a su hogar.
El rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena. El sirviente ingresó presuroso a su hogar y con su brazo arrojó al piso todo lo que había sobre la mesa, dejando sólo la vela. Se sentó y vació el contenido de la bolsa... Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! El, que nunca había tocado una de estas monedas, tenia hoy una montaña de ellas. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar a la luz de la vela, las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas. Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis.... y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60....hasta que formó la última pila: ¡9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. «No puede ser», pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
Me robaron -gritó- ¡me robaron!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba. Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro "sólo 99". -99 monedas es mucho dinero- pensó. Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo -pensaba- Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que se asomaban los dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla. Después quizás no necesitara trabajar más. Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico.
Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario. «Doce años es mucho tiempo», pensó. Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello. Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero. ¡Era demasiado tiempo!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender... vender... vender...
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno? ¿Para qué más de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien. El rey y el sabio, volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99...
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche. Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando de pocas pulgas.
¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo.
Nada me pasa, nada me pasa.
Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.

domingo, 6 de mayo de 2012

MOMO, una novela emocionante

Momo y Casiopea en la Casa de Ninguna Parte. Por Hustinetten.
“Poco tiempo después -era una tarde especialmente calurosa- Momo encontró una muñeca en las escaleras (…).
- Hola. Soy Bebenín, la muñeca perfecta.
Momo se retiró asustada, pero entonces contestó, casi sin querer:
- Hola; yo soy Momo.
De nuevo, la muñeca movió los labios y dijo:
- Te pertenezco. Por eso te envidian todos.
- No creo que seas mía -dijo Momo-. Más bien creo que alguien te habrá olvidado.
Tomó la muñeca y la levantó. Entonces se movieron de nuevo los labios y dijo:
- Quiero tener más cosas.
- ¿Ah, sí? -contestó Momo, y reflexionó-. No sé si tendré algo que te vaya bien. Pero espera, que te enseñaré mis cosas y podrás decir qué te gusta.
Tomó la muñeca y pasó con ella por el agujero de la pared hasta su habitación. De debajo de la cama sacó una caja con toda suerte de tesoros y la puso delante de Bebenín.
- Toma -dijo-, es todo lo que tengo. Si hay algo que te gusta, no tienes más que decirlo.
Y le enseñó una bonita pluma de pájaro, una piedra de muchos colores, un botón dorado y un trocito de vidrio de color. La muñeca no dijo nada y Momo la empujó.
- Hola -sonó la muñeca-. Soy Bebenín, la muñeca perfecta.
- Sí -dijo Momo-, ya lo sé. Pero querías escoger algo. Aquí tengo una bonita casa de caracol. ¿Te gusta?
- Te pertenezco -contestó la muñeca-. Por eso te envidian todos.
- Eso ya lo has dicho -dijo Momo-. Si no quieres ninguna de mis cosas, podríamos jugar, ¿vale?
- Quiero tener más cosas -repitió la muñeca.
- No tengo nada más -dijo Momo. Tomó la muñeca y volvió a salir al aire libre. Allí sentó a la perfecta Bebenín en el suelo y se colocó enfrente.
- Vamos a jugar a que vienes de visita -propuso Momo-.
- Hola -dijo la muñeca-, soy Bebenín, la muñeca perfecta.
- Qué amable de venir a verme -contestó Momo-. ¿De dónde viene usted, señora mía?
- Te pertenezco -prosiguió Bebenín-, por eso te envidian todos.
- Escucha -dijo Momo-, así no podemos jugar, si siempre dices lo mismo.
- Quiero tener más cosas -contestó la muñeca, mientras pestañeaba.
Momo lo intentó con otro juego, y cuando éste también fracasó, con otro, y otro, y otro más. Pero no salía bien. Si la muñeca por lo menos no hubiera dicho nada, Momo habría podido contestar por ella, y habría resultado la conversación más bonita. Pero precisamente por hablar, Bebenín impedía cualquier diálogo.
Al cabo de un rato, Momo tuvo una sensación que no había sentido nunca antes. Y porque le era completamente nueva, tardó en darse cuenta de que era aburrimiento.
Momo no sabía qué hacer. Le habría gustado dejar tirada la muñeca perfecta y jugar a otra cosa, pero por alguna razón desconocida no podía separarse de ella.”

En las ruinas de un teatro vive una niña huérfana llamada Momo, que posee la habilidad extraordinaria de saber escuchar. Escucha de una manera tan especial que es capaz de encontrar las respuestas a los problemas de quien habla con ella, de hacer amistades e inventar juegos muy divertidos, hasta el extremo de que en su barrio la frase Vete a ver a Momo se ha convertido en proverbial. Momo tiene amistad con todos y especialmente con el barrendero Beppo y el guía turístico Gigi.
Esta atmósfera placentera acaba con la llegada de los Hombres Grises, unos extraños individuos que representan al Banco de Tiempo y promocionan la idea de ahorrar tiempo entre la población (tiempo que puede ser depositado en el Banco y devuelto al cliente después, con interés). En realidad, hacen que la gente lo olvide todo salvo su obsesión por ahorrar todo el tiempo posible para un hipotético uso posterior. Gradualmente, la siniestra influencia de los Hombres Grises afecta a toda la ciudad: la vida se convierte estéril, se deja de hacer todo lo que se considera perder el tiempo, como el arte, la imaginación o incluso dormir. Los edificios y las ropas están hechos exactamente de la misma forma para todos y el ritmo de vida se torna ajetreados. En realidad, cuanto más tiempo ahorra una persona, menos tiene: los hombres grises lo consumen en forma de cigarros, hechos de pétalos secos de las flores horarias que representan el tiempo. Sin esos cigarros, los hombres de gris no pueden existir.
Momo, por su especial personalidad, se convierte en un obstáculo para los planes del Banco de Tiempo......