“Poco tiempo después -era una tarde especialmente calurosa- Momo encontró una muñeca en las escaleras (…).
- Hola. Soy Bebenín, la muñeca perfecta.
Momo se retiró asustada, pero entonces contestó, casi sin querer:
- Hola; yo soy Momo.
De nuevo, la muñeca movió los labios y dijo:
- Te pertenezco. Por eso te envidian todos.
- No creo que seas mía -dijo Momo-. Más bien creo que alguien te habrá olvidado.
- No creo que seas mía -dijo Momo-. Más bien creo que alguien te habrá olvidado.
Tomó la muñeca y la levantó. Entonces se movieron de nuevo los labios y dijo:
- Quiero tener más cosas.
- ¿Ah, sí? -contestó Momo, y reflexionó-. No sé si tendré algo que te vaya bien. Pero espera, que te enseñaré mis cosas y podrás decir qué te gusta.
- ¿Ah, sí? -contestó Momo, y reflexionó-. No sé si tendré algo que te vaya bien. Pero espera, que te enseñaré mis cosas y podrás decir qué te gusta.
Tomó la muñeca y pasó con ella por el agujero de la pared hasta
su habitación. De debajo de la cama sacó una caja con toda suerte de
tesoros y la puso delante de Bebenín.
- Toma -dijo-, es todo lo que tengo. Si hay algo que te gusta, no tienes más que decirlo.
Y le enseñó una bonita pluma de pájaro, una piedra de muchos
colores, un botón dorado y un trocito de vidrio de color. La muñeca no
dijo nada y Momo la empujó.
- Hola -sonó la muñeca-. Soy Bebenín, la muñeca perfecta.
- Sí -dijo Momo-, ya lo sé. Pero querías escoger algo. Aquí tengo una bonita casa de caracol. ¿Te gusta?
- Te pertenezco -contestó la muñeca-. Por eso te envidian todos.
- Eso ya lo has dicho -dijo Momo-. Si no quieres ninguna de mis cosas, podríamos jugar, ¿vale?
- Quiero tener más cosas -repitió la muñeca.
- No tengo nada más -dijo Momo. Tomó la muñeca y volvió a salir al aire libre. Allí sentó a la perfecta Bebenín en el suelo y se colocó enfrente.
- Sí -dijo Momo-, ya lo sé. Pero querías escoger algo. Aquí tengo una bonita casa de caracol. ¿Te gusta?
- Te pertenezco -contestó la muñeca-. Por eso te envidian todos.
- Eso ya lo has dicho -dijo Momo-. Si no quieres ninguna de mis cosas, podríamos jugar, ¿vale?
- Quiero tener más cosas -repitió la muñeca.
- No tengo nada más -dijo Momo. Tomó la muñeca y volvió a salir al aire libre. Allí sentó a la perfecta Bebenín en el suelo y se colocó enfrente.
- Vamos a jugar a que vienes de visita -propuso Momo-.
- Hola -dijo la muñeca-, soy Bebenín, la muñeca perfecta.
- Qué amable de venir a verme -contestó Momo-. ¿De dónde viene usted, señora mía?
- Te pertenezco -prosiguió Bebenín-, por eso te envidian todos.
- Escucha -dijo Momo-, así no podemos jugar, si siempre dices lo mismo.
- Quiero tener más cosas -contestó la muñeca, mientras pestañeaba.
- Hola -dijo la muñeca-, soy Bebenín, la muñeca perfecta.
- Qué amable de venir a verme -contestó Momo-. ¿De dónde viene usted, señora mía?
- Te pertenezco -prosiguió Bebenín-, por eso te envidian todos.
- Escucha -dijo Momo-, así no podemos jugar, si siempre dices lo mismo.
- Quiero tener más cosas -contestó la muñeca, mientras pestañeaba.
Momo lo intentó con otro juego, y cuando éste también fracasó,
con otro, y otro, y otro más. Pero no salía bien. Si la muñeca por lo
menos no hubiera dicho nada, Momo habría podido contestar por ella, y
habría resultado la conversación más bonita. Pero precisamente por
hablar, Bebenín impedía cualquier diálogo.
Al cabo de un rato, Momo tuvo una sensación que no había sentido
nunca antes. Y porque le era completamente nueva, tardó en darse cuenta
de que era aburrimiento.
Momo no sabía qué hacer. Le habría gustado dejar tirada la muñeca
perfecta y jugar a otra cosa, pero por alguna razón desconocida no
podía separarse de ella.”
En las ruinas de un teatro vive una niña huérfana llamada Momo, que posee la habilidad
extraordinaria de saber escuchar. Escucha de una manera tan especial
que es capaz de encontrar las respuestas a los problemas de quien habla
con ella, de hacer amistades e inventar juegos muy divertidos, hasta el
extremo de que en su barrio la frase Vete a ver a Momo se ha convertido en proverbial. Momo tiene amistad con todos y especialmente con el barrendero Beppo y el guía turístico Gigi.
Esta atmósfera placentera acaba con la llegada de los Hombres Grises,
unos extraños individuos que representan al Banco de Tiempo y
promocionan la idea de ahorrar tiempo entre la población (tiempo que
puede ser depositado en el Banco y devuelto al cliente después, con
interés). En realidad, hacen que la gente lo olvide todo salvo su
obsesión por ahorrar todo el tiempo posible para un hipotético uso posterior. Gradualmente, la siniestra influencia de los Hombres Grises
afecta a toda la ciudad: la vida se convierte estéril, se deja de hacer
todo lo que se considera perder el tiempo, como el arte, la imaginación
o incluso dormir. Los edificios y las ropas están hechos exactamente de
la misma forma para todos y el ritmo de vida se torna ajetreados. En
realidad, cuanto más tiempo ahorra una persona, menos tiene: los hombres
grises lo consumen en forma de cigarros, hechos de pétalos secos de las
flores horarias que representan el tiempo. Sin esos cigarros, los
hombres de gris no pueden existir.
Momo, por su especial personalidad, se convierte en un obstáculo para
los planes del Banco de Tiempo......
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